Quisiera que vinieras a mi casa una noche de invierno y, abrazados tras los cristales, mirando la soledad de las calles oscuras y heladas, recordásemos los inviernos de los cuentos, donde vivimos juntos sin saberlo. Tú y yo recorrimos con pasos tímidos los mismos senderos encantados, juntos caminamos a través de los bosques llenos de lobos, y los mismos genios nos espiaban desde los matojos de musgo suspendidos en las torres, entre el revoloteo de los cuervos. Juntos, sin saberlo, desde allí miramos acaso hacia la vida misteriosa que nos esperaba. Allí palpitaron en nosotros por primera vez alocados y tiernos deseos.”Te acuerdas”, nos diríamos el uno al otro, estrechándonos suavemente en la cálida estancia, y tu me sonreirías confiada mientras fuera sonarían tétricamente las chapas de metal sacudidas por el viento. Pero tú-ahora me acuerdo- no conoces los cuentos antiguos de los reyes sin nombre, de los ogros y de los jardines embrujados. Nunca pasaste, arrobada, bajo los árboles mágicos que hablan con voz humana, ni llamaste a la puerta del castillo desierto, ni caminaste en la noche hacia la luz lejana, ni te quedaste dormida bajo las estrellas de Oriente, acunada por el balanceo de una barca sagrada. En esa noche de invierno, probablemente permaneceríamos mudos tras los cristales, yo perdiéndome en los cuentos de otras épocas, tú en otros cuidados para mí desconocidos. Yo te preguntaría: “¿Te acuerdas?”, pero tú no te acordarías.
Quisiera que vinieras a mi casa...
Si tuviera que elegir entre los muchos y maravillosos pasajes que hemos leído en los clubes de lectura de Cantabria a lo largo de estos años, para explicar qué se siente en una actividad como la nuestra, elegiría estas “Invitaciones superfluas” de Dino Buzzati. Formar parte de un club de lectura, desde la óptica con que hemos dirigido el nuestro durante todos estos años, se resumiría en el título que nuestra querida Pilar le ha puesto a este III Encuentro, “La emoción lectora”. En este breve epígrafe se recoge la premisa fundamental para desarrollar un proyecto perdurable en el tiempo, con afán integrador y de progreso. Para pertenecer a un club hay que leer y sentir. Llevar a cabo una lectura emocional en el mismo sentido que, en estos momentos, la Psicología prima la inteligencia “emocional”, haciendo hincapié en las facultades que nos permiten percibir, aplicar, comprender y controlar las emociones.
En los clubes de lectura aunamos dos aspectos fundamentales, el coloquio entre autor y lector y la comunicación de nuestra particular apreciación de lo leído con el otro. La lectura, como actividad creadora y promotora del desarrollo de las facultades mentales, es un acto íntimo en el que nuestro cerebro recrea de forma personal el mensaje escrito extrayendo y escogiendo lo que por nuestras propias características vitales apreciamos. Pero además, este proceso fundamental para nuestro desarrollo intelectual, se completa, en nuestros clubes, con el acto de comunicación de esta apreciación personal a otro lector que, leyendo el mismo libro, ha llegado en la mayoría de los casos a conclusiones diferentes, pero complementarias a las nuestras. Y todo ello a través del lenguaje. Como todos recordaréis, José Antonio Marina en “La inteligencia fracasada” hacía hincapié en cómo nuestra conciencia se teje con palabras y de cómo, para adueñarnos de nuestra propia inteligencia computacional, debemos utilizar el lenguaje. El lenguaje es lo que permite el paso de lo inconsciente a lo consciente. Recordemos que la regla fundamental del psicoanálisis era la famosa frase “Dígalo en voz alta”.
“Un día, irritada con la burla, Fernanda quiso saber qué era lo que decía Amaranta, y ella no usó eufemismos para contestarle. “Digo-dijo-que tú eres de las que confunden el culo con las témporas”.
Ana Bascuñana - Suances
1 comentario:
Que buen relato este. Felecitaciones por el club de lectura.
Los sigo leyendo.
Pd: Deberian subir mas fotos de los participantes del club de lectura
saludos.
Leo fumopio
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