jueves, 5 de junio de 2008

EMOCIÓN LECTORA

Quisiera que vinieras a mi casa una noche de invierno y, abrazados tras los cristales, mirando la soledad de las calles oscuras y heladas, recordásemos los inviernos de los cuentos, donde vivimos juntos sin saberlo. Tú y yo recorrimos con pasos tímidos los mismos senderos encantados, juntos caminamos a través de los bosques llenos de lobos, y los mismos genios nos espiaban desde los matojos de musgo suspendidos en las torres, entre el revoloteo de los cuervos. Juntos, sin saberlo, desde allí miramos acaso hacia la vida misteriosa que nos esperaba. Allí palpitaron en nosotros por primera vez alocados y tiernos deseos.”Te acuerdas”, nos diríamos el uno al otro, estrechándonos suavemente en la cálida estancia, y tu me sonreirías confiada mientras fuera sonarían tétricamente las chapas de metal sacudidas por el viento. Pero tú-ahora me acuerdo- no conoces los cuentos antiguos de los reyes sin nombre, de los ogros y de los jardines embrujados. Nunca pasaste, arrobada, bajo los árboles mágicos que hablan con voz humana, ni llamaste a la puerta del castillo desierto, ni caminaste en la noche hacia la luz lejana, ni te quedaste dormida bajo las estrellas de Oriente, acunada por el balanceo de una barca sagrada. En esa noche de invierno, probablemente permaneceríamos mudos tras los cristales, yo perdiéndome en los cuentos de otras épocas, tú en otros cuidados para mí desconocidos. Yo te preguntaría: “¿Te acuerdas?”, pero tú no te acordarías.

Quisiera que vinieras a mi casa...

Si tuviera que elegir entre los muchos y maravillosos pasajes que hemos leído en los clubes de lectura de Cantabria a lo largo de estos años, para explicar qué se siente en una actividad como la nuestra, elegiría estas “Invitaciones superfluas” de Dino Buzzati. Formar parte de un club de lectura, desde la óptica con que hemos dirigido el nuestro durante todos estos años, se resumiría en el título que nuestra querida Pilar le ha puesto a este III Encuentro, “La emoción lectora”. En este breve epígrafe se recoge la premisa fundamental para desarrollar un proyecto perdurable en el tiempo, con afán integrador y de progreso. Para pertenecer a un club hay que leer y sentir. Llevar a cabo una lectura emocional en el mismo sentido que, en estos momentos, la Psicología prima la inteligencia “emocional”, haciendo hincapié en las facultades que nos permiten percibir, aplicar, comprender y controlar las emociones.

En los clubes de lectura aunamos dos aspectos fundamentales, el coloquio entre autor y lector y la comunicación de nuestra particular apreciación de lo leído con el otro. La lectura, como actividad creadora y promotora del desarrollo de las facultades mentales, es un acto íntimo en el que nuestro cerebro recrea de forma personal el mensaje escrito extrayendo y escogiendo lo que por nuestras propias características vitales apreciamos. Pero además, este proceso fundamental para nuestro desarrollo intelectual, se completa, en nuestros clubes, con el acto de comunicación de esta apreciación personal a otro lector que, leyendo el mismo libro, ha llegado en la mayoría de los casos a conclusiones diferentes, pero complementarias a las nuestras. Y todo ello a través del lenguaje. Como todos recordaréis, José Antonio Marina en “La inteligencia fracasada” hacía hincapié en cómo nuestra conciencia se teje con palabras y de cómo, para adueñarnos de nuestra propia inteligencia computacional, debemos utilizar el lenguaje. El lenguaje es lo que permite el paso de lo inconsciente a lo consciente. Recordemos que la regla fundamental del psicoanálisis era la famosa frase “Dígalo en voz alta”.

Efectivamente, “Dígalo en voz alta”, exprese su mensaje, elaborado a partir de la información aprendida de un libro, a otras personas que, como usted, han tenido acceso a esa misma información. Y expréselo con tranquilidad, libertad y emoción. Emoción. Fundamental. Emoción lectora. Si omitimos esta característica básica, nuestros clubes de lectura se convertirán en actos académicos donde se disertará sobre la obra literaria como microuniverso semántico, autónomo y específico, donde el lenguaje literario se convierte en un sistema de expresión y de comunicación, esencialmente connotativo y polisémico, y en los que se llevará a cabo un estudio extrínseco e intrínseco de la obra mediante un análisis estructural, que nos permitirá descubrir su significación global.

“Un día, irritada con la burla, Fernanda quiso saber qué era lo que decía Amaranta, y ella no usó eufemismos para contestarle. “Digo-dijo-que tú eres de las que confunden el culo con las témporas”.

El culo con las témporas...

En el último encuentro de clubes, celebrado en Reinosa, en la mesa de debate nos preguntábamos el por qué de los bajísimos niveles de lectura de nuestro país. Los mismos profesores asistentes comentaban que, durante años, se ha puesto el énfasis de la literatura en los aspectos formales, áridos y académicos, excluyendo aquellos con los que nos podemos identificar, sumergir e implicar afectivamente. Implicación imprescindible si se quiere llevar a cabo esa comunicación de la que hablábamos. Esto no quiere decir lo que, de forma simplista y obtusa, nos planteaban muchas personas en el inicio de la actividad: la necesidad de que para que todos “lleguen” haya que bajar el nivel, que el club se reduzca a una conversación de problemas personales o que haya que leer bestsellers. Siempre he defendido que no hay niveles de lectores, que hay que evitar, por todos los medios, centrarse en experiencias personales y que los bestsellers insulsos, planos y superficiales no tienen cabida en los clubes de lectura. Como decía el poeta “es fácil hablar claro cuando no se va a decir toda la verdad”.

Si queremos continuar, es necesario leer literatura de calidad y a partir de esa materia prima dar rienda suelta, sin vergüenza ni cortapisa a la emoción. Y, si me lo permitís, de una manera femenina. Los psicólogos hacen hincapié en que la capacidad verbal de las mujeres para comunicarse es superior a la de los hombres, y que, además de ser emotivas al hablar, mientras que los hombres son literales, en la mayoría de las ocasiones las mujeres hablan para expresarse y comunicarse, no para que se les den soluciones. En los clubes de lectura, nuestro coloquio debería ser abierto, emotivo, espontáneo, incluso a veces banal; que no nos encorsete la trascendencia de la literatura, que no nos coarte el tener que demostrar lo que sabemos …dejemos aflorar lo que sentimos.

Quisiera que vinieras a mi biblioteca una tarde de invierno y sentados tras los cristales habláramos de libros . Y durante años y años me contaras las historias que leíste, y me enseñaras lo que tu viste y para mí paso inadvertido, lo que sentiste, lo que te hizo reir. En esa tarde de invierno, yo te preguntaría: “¿Te acuerdas?”, y tú sí, SÍ te acordarías.


Ana Bascuñana - Suances

1 comentario:

Leox dijo...

Que buen relato este. Felecitaciones por el club de lectura.
Los sigo leyendo.
Pd: Deberian subir mas fotos de los participantes del club de lectura
saludos.
Leo fumopio