jueves, 5 de junio de 2008

EMOCIONES, SENTIMIENTOS, SENSACIONES

Queremos hablar de los sentimientos que despiertan en nosotros esos signos que encadenados, son capaces de abrir ventanas a la imaginación y la sabiduría.
Queremos hablar de esos símbolos que traducimos para convertirlos en todo un universo que cobra vida mediante nuestra curiosidad y deseo, que hace que nos transformemos en un demiurgo, que consciente de su poder, actúa sobre el hermético e inerte objeto que es un libro, otorgándole el poder supremo de producir sobre su propio creador sensaciones inesperadas, pues quien escribe, construye y alumbra vidas y mundos que una vez forjados, duermen en espera de que otro los interprete, añadiendo a su vez experiencias, sensaciones y sentimientos que interactúan con él, de manera que un libro y su historia encerrada son cada vez nuevos y distintos según sea su lector.
¿Qué emociones nos produce leer? Leer hace que nos sintamos menos solos, porque los muchos personajes que conocemos a través de la lectura nos acompañan de la misma manera que aquellas personas con quienes hemos convivido y que nos han hecho crecer y enriquecernos: maestros, compañeros o padres y hermanos. Los personajes de los libros, unos más que otros, perviven en nuestra memoria como muchos amigos o conocidos de los que comentamos sus desgracias, alegrías, aciertos o desengaños, incluso los miles de ellos que pasaron por nuestros ojos sin dejar apenas su marca (esto también nos sucede con las personas que hemos conocido y no han dejado en nosotros ninguna señal) y que sin embargo, durante un instante, alguna circunstancia nos hace evocarlos como un destello, una pequeña luz que ilumina unos segundos su presencia agazapada en nuestra mente.
En muchas ocasiones a estos personajes rescatados de los rincones más profundos de la imaginación de los grandes escritores, les tomamos como ejemplo e imitamos sus comportamientos porque nos parece que su vida se adapta perfectamente a nuestras inquietudes, no hay más que recordar a Alonso Quijano, un personaje, que paradójicamente, tiene más influencia y pervivencia que millones de hombres reales y que extrajo de las novelas que leía desesperadamente, un código de conducta, tal vez equivocado, pero que le dio la posibilidad de vivir una vida llena de emociones y mucho más plena y jugosa que la triste vida real que Cervantes, su dios, le había preparado.
Leer nos permite experimentar y conocer. Conocer nuevas vidas, otros sentimientos. Medir nuestras necesidades y ansias con las de los personajes de los libros. Percibir “virtualmente” nuevas vías de comunicación entre los hombres. Adquirir experiencias sin necesidad de vivirlas en nuestra propia carne, como si le pasase a alguien muy próximo a nosotros. Sentir intensamente, cuando nos introducimos dentro del alma de un personaje, una vida que alguien creó para nosotros.
Y no sólo los personajes nos hacen experimentar emociones próximas y ciertas, sino los lugares que hemos descubierto y de los que hemos disfrutado vagando entre letras que se transforman en inmensos desiertos, parajes desolados y terribles selvas, o ciudades ajetreadas y confusas, o carreteras infinitas, o grandes bosques sonoros, o playas doradas y solitarias, o mundos extraños y felices donde existen seres que en nada se parecen a nuestros semejantes.
Cuántas personas han acompañado, en aventuras inverosímiles o en tremendas tragedias, a otros hombres que no viven más que cuando nosotros les permitimos vivir, cuando nuestros ojos hambrientos de lector les conceden la oportunidad de traspasar el umbral de su mundo de papel y pueden fingir ser tan reales como aquello que nos rodea.
Escribir es crear, es poner orden a nuestras ideas y sentimientos, es dar forma a las oscuras sensaciones que nos acechan y que se agolpan en nuestra cabeza, pero leer es recrear, es volver a formar aquello que previamente alguien ha codificado, es añadir nuestros anhelos y tristezas, volcar nuestros sentimientos sobre palabras dormidas y despertarlas para nosotros, únicas y propias.

Club de Lectura de Reinosa

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